Presentación del libro «Una pasión crónica» 4

Eloy Jáuregui

ESCRITURA DEFINITIVA Y CREACIÓN PERPETUA

Fragmento del libro  “UNA PASIÓN CRÓNICA, Tratado de periodismo literario

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«Escribir te convierte en alguien que siempre se equivoca.
La ilusión de que algún día puedes acertar es
la perversidad que te hace seguir adelante».
Pastoral americana  Philip Roth

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Si escribir es crear y estilar, no me queda duda que redactar es descubrir y componer. Así, textualizar debería ser seducir e hipnotizar, como lo aseguraba Gabriel García Márquez. Mientras trabajaba en la edición final de este libro me llegó las noticias casi simultáneas de la muerte de dos seductores norteamericanos, el escritor y periodista Tom Wolfe y, a los días, el deceso del novelista Philip Roth.

Cierto, Wolfe, fue el fundador de aquel viejo nuevo periodismo norteamericano. Y nuevo periodismo fue el mote de esa nueva forma de contar historias y que, en esa antología, unieron a cronistas tales como Norman Mailer, Terry Southern, Gay Talese o Hunter S. Thompson. A principio de los setenta, frente a la constante pregunta de si era cierto que existía un nuevo periodismo, Wolfe, junto a otros escritores-periodistas, publicaron el texto antológico El nuevo periodismo, traducido por Editorial Anagrama (Barcelona, 1973).

El libro es básico para entender cómo se encara esta nueva forma de la prensa, es decir, define el género e intenta ordenar teóricamente la estructura de esa manera de narrar. Wolfe subraya que una crónica debe estar basada en el punto de vista en la tercera persona, en la fidelidad a los hechos, en la incorruptible descripción que debe ser objetiva y minuciosa. Y todo eso para poder sumergir al lector en el ambiente que se pretende describir. Esto incluye todo: las sensaciones, los modos de vida, los pequeños detalles que antes pasaban inadvertidos. En síntesis, su nuevo periodismo busca también rescatar el lenguaje auténtico de los protagonistas y esa técnica en la forma de hacer periodismo, dice que hoy se mantiene. Y, en parte, no le faltaba razón. Wolfe fue un escritor intenso a quien todo se le permitía gracias a su talento para la polémica, su capacidad para la investigación exhaustiva, su olfato para la verdad oculta.

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Igual sucedía con Philip Roth. Se le suele disculpar porque casi siempre tiene algo que decir y para ese olfato de la verdad oculta, para la mayoría de grandes creadores, no importa tanto la novedad como la contemporaneidad, es decir, la capacidad de que los temas sean actuales en todas las épocas y para todas las sociedades. Dice Carlos Zúmer, en la revista Jot Down, que estos escritores “son sabedores de que a la larga solo permanece lo absoluto, ya que por lo absoluto no pasa el tiempo. Es el caso, por ejemplo, de Woody Allen, director de cine que lleva treinta años contando la misma historia. ¿Por qué sobrevive? Por lo absoluto. Porque la historia es tan buena que nunca se acaba”. https://www.jotdown.es/2011/06/philip-roth-sobre-la-innovacion-y-los-clasicos/

En el estudio La invención de la crónica, (Editorial: S.L. Fondo de Cultura Económica. 2006) la recordada Susana Rotker señala que la crónica es la unión entre periodismo y ficción y, contra lo que proponen Tom Wolfe y los defensores del nuevo periodismo estadounidense, que nació de escritores y/o periodistas y/o poetas latinoamericanos como José Martí, Rubén Darío o Manuel Gutiérrez Nájera. Los líricos eran, a la vez, redactores y corresponsales, y sus textos, en apariencia perecederos, que eran escritos para el cierre de alguna edición de diario o revista, resultaron obras fundacionales en la escritura periodística latinoamericana. Así habían vencido el rictus mortis del destino de todo buen periodismo.

No obstante, yo advierto que el origen es más antiguo. Que Ricardo Palma inventa el nuevo periodismo aunque se ofenda Tom Wolfe y la misma Susana Rotker. Si algunos arqueólogos de la textualización fijan a Babilonia como la cuna del manejo de la información masiva, ya que algunos sujetos y/u objetos desempeñaban la tarea de escribir a diario todo aquello de la ocurrencia pública, religiosa y económica, en tablas de arcilla y con signos cuneiformes y, luego en Roma, el oficio se hace del ejercicio de sonoros comentarios, anales históricos y actas, con edictos –de por medio– que ya manipulan las noticias sobre hechos relevantes.

Así, el cimiento del periodismo rupestre va pasando por el Journal d’un bourgeois (¿El diario de los burgueses? ¡Qué horror!), en París o las gacetas venecianas, hasta llegar al primer periódico en la historia, impreso y publicado en Alemania en 1457, el Nürenberg Zeitung. Pues, así me atrevo a decir que en América es con Ricardo Palma que el periodismo se hace artefacto implacable en la forja de la opinión pública, con el agregado de que es obra de arte, texto de polifonías y registros de contentos.

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Es Palma, desde mediados del siglo XIX, quien advierte el advenimiento de la crónica. Género que elimina la llamada pirámide invertida. No la derroca. Le impregna luminosidad y brillo. Es periodismo. El de Palma, por tanto, es noticia. Y por limeño, es chismoso. Así cuenta lo que otros callan. El yerro es que Rotker no conoce la obra de Palma. Según César Miró, Palma publicó por primera vez en El Comercio, en 1848, cuando apenas tenía 15 años. Y desde ahí, hasta que estiró la pata, no paró de escribir, amén de ser marino, senador por Loreto, defensor de Miraflores en la guerra con Chile y director de la Biblioteca Nacional. Es en aquella vida entintada de su embrujo emplumado que Palma vivió intensamente a partir de sus textos y contextos. Que así debe ser un periodista. Una esponja que observa el detalle de cada intersticio de su Lima, aquella ciudad que encanecía en el imago de Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura.

Pero lejos de Wolfe y su antología de marras, el Perú es un territorio de cronistas y desde los albores de la escrituras. Bien decía Porras Barrenechea que en los textos del Inca Garcilaso está la expresión más auténtica de la historia inca y cusqueña: “Que, en Sarmiento de Gamboa está la leyenda épica antagónica del señorío tiránico y turbulento de los Hijos del Sol, en Gutiérrez de Santa Clara la pasión y el estrépito de la guerra civil entre los mismos conquistadores y en Pedro Cieza de León la visión integral y ecuánime del Incario unida a los más nobles y humanos impulsos del colonizador. El indio Felipe Huamán Poma de Ayala, en cambio, hasta por sus nombres totémicos –huamán y puma: halcón y león– aparece póstuma y sorpresivamente, como una reencarnación de la behetría anterior a los incas”. Raúl Porras Barrenechea, El Inca Garcilaso de la Vega. Editorial Impulso, Lima, 1946.

Ya lo señalaba el colombiano Darío Jaramillo, que la crónica periodística es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica: “Sin negar que se escriben buenas novelas, sin hacer el réquiem de la ficción, un lector que busque materiales que lo entretengan, lo asombren, le hablen de mundos extraños que están enfrente de sus narices, un lector que busque textos escritos por gente que le da importancia a que ese lector no se aburra, ese lector va sobre seguro si lee la crónica latinoamericana actual”.

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El libro «UNA PASIÓN CRÓNICA Tratado de periodismo literario» se encuentra a la venta en todas las librerías del Perú.

Acerca de cangrejo negro

Cronista, poeta y profesor universitario
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